Pero, ¿entre quiénes estamos?
Fernando Sáiz Martínez Coordinador Local IU Burgos.
Quiero aprovechar esta modesta tribuna para repasar modestamente los comportamientos y actuaciones llamativamente reaccionarias de tres «personajes» relativamente relevantes de la vida pública burgalesa.
A los tres, que vamos a ir desgranando después de forma individual, les une en principio, como no han tenido ningún complejo en expresar públicamente, su nostalgia y «respeto» no sólo por el régimen franquista, sino incluso por la figura del propio dictador, al que ensalzan y «desagravian» a raíz del reciente traslado de su féretro.
Una muestra más, de las muchas que ha habido en el conjunto de la sociedad, no solo de una falta absoluta de respeto hacia las centenares de miles de víctimas del sistema totalitario y sanguinario instaurado por Franco, sino el desconocimiento de la historia real de lo que sucedió durante los cuarenta años de dictadura. Esta parte la podríamos enmarcar perfectamente en esa corriente de negacionismo histórico que, peligrosamente, está saliendo a relucir en los últimos tiempos y que no es otra cosa que una manifestación más del franquismo sociológico tan arraigado en algunos sectores privilegiados de nuestro entorno.
Vamos ahora, sin más dilación, a diseccionar algunas de estas actuaciones y a sus protagonistas.
Empecemos inicialmente por el más desconocido de los tres, un recién llegado, en este caso, a la vida política burgalesa como es Nicolás Gómez.
Para quien no le sitúe, al contrario de los otros dos que mencionaremos, es diputado provincial electo y acaba de salir del ostracismo en el que vivía hasta ahora, con unas sorprendentes, atrevidas y, desde luego, indocumentadas afirmaciones en mitad del último Pleno de la Diputación, en las que, contradiciendo los estudios y artículos científicos de innumerables organismos internacionales niega, en gran medida, el cambio climático que está padeciendo nuestro planeta, sus efectos e, incluso, el protagonismo que la humanidad podría tener en el mismo como causante, en caso, eso sí, de que «algo» estuviera pasando. Así lo afirmó, sin ningún complejo, como les gusta decir a los integrantes de la organización ultraderechista a la que representa. Lo único que le faltó fue definirse, no sólo como negacionista de la emergencia climática en la que nos encontramos, sino como «creacionista» ( no tengo dudas de su integrismo religioso y de su escepticismo sobre la Ciencia) y, vamos a darle tiempo, como «terraplanista», concepción cada vez más extendida entre el radicalismo cristiano.
El segundo personaje al que me gustaría referirme es mucho más conocido como Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-León, José Luis Concepción, cargo en que lleva ya unos cuantos lustros, aunque esa experiencia no le ha impedido ser un poco más prudente en sus públicas y desafortunadas declaraciones sobre el traslado de la momia de Franco ( por cierto, ¿éstas no son por si solas motivo para iniciar un proceso de remoción de un cargo institucional tan importante en un sistema democrático?).
Estas declaraciones me recordaron un artículo que el ínclito señor Concepción publicó hace ya algunos años, aunque ya ocupaba la «dignidad» judicial que sigue ostentando, en una revista de escasa circulación vinculada con la Asociación de Antiguos Alumnos Maristas (entiendo que él lo es, supongo que en su ciudad natal, Segovia). El mismo no tiene desperdicio, pues giraba en torno a la supuesta persecución(!!) que la Iglesia católica y sus integrantes padecen en España, creo recordar que en aquellos territorios gobernados por la izquierda o en el conjunto del Estado cuando ha habido un gobierno socialista. Tal llamativa y sorprendente teoría, cuando la leí inicialmente la achaqué a un exceso de empatía con la publicación y lo que se esperaba de su artículo, pero «a posteriori» a la vista de su posicionamiento político, temo que, incluso, se la crea, con lo que eso implica en sus actuaciones públicas. No sé si ahora sabiendo de los 20.000 bienes inmuebles que la Iglesia católica ha inmatriculado a su nombre, aprovechando el privilegio notarial que les fue conferido durante el franquismo y mantenido hasta hace cuatro días, opinará de la misma forma. Por cierto, el Ministerio de Justicia en funciones actual se niega, de momento, en hacer pública tal relación, me imagino que por temor a la indignación y las reacciones legales que podrían darse cuando en muchas poblaciones y localidades se puedan dar al conocerse la relación.
Y ya para finalizar nos queda la figura del empresario burgalés del sector automovilístico Miguel Ángel Benavente, por cierto presidente de la Federación de Asociaciones de Empresarios de nuestra provincia. No por ello tuvo ningún reparo en manifestarse públicamente en el mismo sentido que los anteriores sobre el Valle de los Caídos y el traslado del genocida, qué ya me diréis qué tiene que ver con esa representación y función que ostenta.
En este caso, de todos modos, no tenemos más que bucear un poco en las hemerotecas locales para situarle política y socialmente: un ultraliberal extremo, un «anarquista del capitalismo» como se denominan ahora, partidario de eliminar el salario mínimo, la negociación colectiva, las indemnizaciones por despido,…, y casi me atrevo a decir que de los sindicatos, al menos, de clase. Un individuo que también hace gala de un fuerte «burgalesismo» en sus declaraciones, de apoyar, sobre todo, el deporte de aquí, pero que con la rápida venta de las acciones de la Sociedad Anónima Deportiva del Burgos CF, pese a sus afirmaciones en las que afirmaba su afán de permanecer en el club de sus amores mucho tiempo, no parece que le haya ido mal, sino todo lo contrario.