Burgos Ciudad

Noviembre sin violencia: Violencia corporal (III)

Como sabéis durante este mes el Área de Mujer de IU Burgos está colgando una serie de entradas con motivo del Día Internacional contra la Violencia Machista. Hoy hablamos de una violencia que afecta lo más íntimo de cada persona: el propio cuerpo.

Os lanzo una cuestión para comenzar: ¿alguien se imagina que un país legisle sobre los derechos sexuales y reproductivos de un hombre? Parece evidente que no: pues eso es lo que ocurre en la mayoría de países del mundo con los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y hasta hace bien poco os recuerdo que el gobierno español tenía una ley de estas características sobre la mesa. Los cuerpos de los hombres no son materia de legislación, los de las mujeres sí.

El ataque brutal contra nuestros derechos que supone criminalizar las acciones que ejercemos sobre ellos o con ellos es una de las violencias más perversas e hipócritas que hay contra las mujeres. Es perverso en tanto que perdemos nuestra capacidad de decisión, nos alienamos de nosotras mismas al no pertenecernos ya lo más íntimo que tenemos y alimenta nuestro rol de pasividad sexual y necesidad de maternidad para ser seres completos. Es hipócrita puesto que los argumentos esgrimidos contra nuestras decisiones corporales se revisten de culpabilidad y criminalidad cuando no son más que una mera estratagema del patriarcado para mantenernos alejadas de nuestros cuerpos y nuestras decisiones.

El ataque absoluto que nos prohíbe tomar nuestras propias decisiones corporales es quizá el más visible pero hay otro, enlazado con la violencia simbólica de la que hablamos hace unas semanas que es mucho más sutil: el sometimiento al culto a la belleza que supone otra alienación para cada una de nosotras. Somos maniquíes, o al menos eso se pretende de nosotras. Tenemos que luchar contra nuestros cuerpo continuamente: contra la celulitis, las arrugas, los pechos caídos, las caderas excesivas, el vello, los puntos negros o el que tengas una nariz más afilada de lo recomendado por los grandes publicistas. La sociedad ejerce una tremenda presión sobre nosotras, sobre nuestros cuerpos, para ser perfectas en todo momento y es nuestra culpa si no lo conseguimos. Ocupadas en la eterna perfección (imposible por definición el alcanzarla) perdemos la relación con nuestros cuerpos «reales» para someterlos a aquello que se pretende como ideal. Las dietas, el maquillaje y la ropa son la alienación más perfeccionada del patriarcado para mantenernos lejos de nosotras mismas.

En esta misma línea nos encontramos el control sexual. Desde siempre se ha estereotipado a la mujer como la pasiva, la del «me duela la cabeza», la frígida… Nos han despojado de nuestra capacidad de placer, como algo que debía ser ajeno al mismo concepto de feminidad: las mujeres no disfrutamos del sexo, nos dice el patriarcado. Y nosotras, sumisas, sometemos nuestros cuerpos a ese régimen de pasividad y frigidez, sin investigar nuestro propio placer, sin deshacernos del sexo falocéntrico que nos limita a meros objetos.

Pero los cuerpos, mujeres y hombres del mundo machista, no son objetos, sino sujetos: sólo cuando hayamos aprendido esta importante lección nos libraremos de la violencia corporal. 

murcia 162

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba